Cuando mi hija nació, me di cuenta de lo desvalidos que son los recién nacidos y del contacto que necesitan. No entendí cómo hay gente que se lo niega voluntariamente. Y deseé que publicaciones como la de Estivill estuvieran prohibidas. No en vano considera fundamentalistas (sic) a madres como yo.
Como es habitual, cuando me gusta o me preocupa un tema, me
informo sobre él concienzudamente.
Por supuesto, buscando respuestas, tras convertirme en madre leí los textos de Carlos González y Rosa Jové al respecto,
entre otros recursos disponibles en la red. Mis lecturas fueron muy importantes
para entender que lo que le pasaba a mi hija no era un problema para ella. Sí
para mí, pero tengo claro que esto no es culpa suya, sino del sistema. (Bueno,
además es mi propia culpa, pues me cuesta muchísimo volver a conciliar el
sueño. ¡Yo soy quien necesita un buen método cognitivo conductual para aprender
a dormir!.
Nuestra sociedad, a pesar de las mejoras conseguidas en los últimos tiempos, aún está lejos de poder ofrecer a padres y madres un sistema de trabajo que permita compaginar la vida familiar, social y laboral. Rosa Jové
En 2017 fueron publicados dos importantes libros sobre sueño
infantil en nuestro país. A ellos acudí para encontrar respuestas al
agotamiento que me produce mi deseo de conciliar la vida laboral con un modo de
crianza natural y respetuoso.
El primero de ellos es de María Berrozpe y se titula
"¡Dulces sueños! Cómo lograr que tus hijos duerman tranquilos"
(Alianza Editorial) y me encanta porque que se basa estrictamente en
evidencias, y recopila y analiza las últimas aportaciones científicas en esto
del sueño infantil. Se lee con agilidad a pesar de su carácter científico.
Deseo todo el éxito a este libro y pienso difundirlo todo lo que pueda. Su
autora es madre de tres hijos, bióloga y lleva años trabajando en la
investigación sobre sueño infantil.
El segundo es “Todos a la cama” de Álvaro Bilbao (Plataforma
Editorial) y aporta la experiencia de un padre psicólogo con tres hijos,
anotando datos sobre el cerebro infantil que nos ayudan a entender mejor las
cosas. Este último incide más en la importancia de ayudar a dormir al niño
mediante las rutinas y buenos hábitos, sin negarle jamás el acompañamiento.
Cada uno de estos autores imprimen a sus textos un sello muy
diferente y divergen en algunos aspectos relacionados con el colecho o las
rutinas. Pero ambos son una gran aportación a la defensa del bienestar y la
salud de los bebés: se posicionan claramente en contra del método Estivill. Son
síntoma inequívoco de que los tiempos
están cambiando.
A partir de sus textos he elaborado información que
considero de utilidad para madres y padres preocupados y agotados, como yo, a
modo de preguta-respuesta.
- Mi hija tiene un año y todavía se
despierta por la noche, ¿es normal?
El sueño es un proceso evolutivo. Las
dificultades para conciliar el sueño y los despertares frecuentes son muy
normales hasta bien entrados los 3 años. No podemos esperar que un bebé
por naturaleza se duerma solo ni que duerma toda la noche de un tirón y pensar
que, si no lo hace, sufre una patología o un trastorno del sueño. Deberían
avisarnos en los cursos de preparación al parto: no es habitual que un bebé
duerma solo toda la noche sin reclamar alimento ni la presencia de su madre.
Por supuesto, en el caso de los menores de seis meses, no sólo no es habitual,
sino que además es imposible y no es lo deseable.
Para dormir como un mayor ¡hace falta serlo! (...) Dé tiempo a su hijo. Rosa Jové
- ¿Por qué si es lo normal, se considera un problema?
La
arquitectura del sueño del bebé no evolucionó independientemente de la
lactancia materna. Sin embargo, la
pediatría del sueño nació en un momento en que los índices de lactancia materna
habían alcanzado sus mínimos en la sociedad occidental, por lo que esta
forma de alimentación no fue considerada. Eso hizo que se entendiera como
arquitectura del sueño normal una que no era normal en absoluto, pues la
alimentación con leche de fórmula tiene como consecuencia la consolidación del
sueño (menos despertares) y una aceleración del tiempo del sueño profundo en
lugar de ligero, entre otros aspectos.
Los bebés están genéticamente programados para tener un contacto constante con el cuerpo de su madre y frecuentes despertares nocturnos. Los problemas del sueño infantil están relacionados con la cultura -la culpa no es del niño ni de sus padres. B. Eckerberg
- Algunas madres me dicen que el suyo duerme solo y del tirón... A
veces me recomiendan que le deje llorar para que se vaya acostumbrando,
¿qué puedo responder a este consejo? Yo solo sé que no podría soportarlo,
pero algunas noches estoy tan desesperada que me pregunto si no debería
aplicar el método Estivill.
Este tipo de
consejo es muy habitual, pues es cierto que los métodos que consisten en dejar llorar al bebé funcionan.
Funcionan para que los padres duerman mejor y más horas seguidas. No funcionan
realmente para el bebé, ya que este no deja de tener el sueño fragmentado de la
noche a la mañana, ni de necesitar el contacto de su figura de apego. Lo que
pasa es que aprende a dejar de
reclamarlos, es decir, aprende a autoconsolarse. No es que nuestro
hijo se esté despertando más que el de nuestra inoportuna consejera, sino que
el nuestro reclama y el suyo no.
Además, no es cierto que con estas técnicas
aprendan a dormir solos. El hecho de que los niños pasen de depender del
cuidador a depender de objetos (peluches, lámparas nocturnas, etc.) o
comportamientos suplementarios (como balancearse a sí mismos), demuestra que no
han desarrollado ninguna capacidad de autoconsuelo, ya que siguen necesitando un apoyo para dormirse. Esa "capacidad de autoconsuelo" que se les atribuye, enmascara
lo que realmente es: una resignación.
Es importante
tener presente que los métodos de adiestramiento funcionan porque aceleran y fuerzan un comportamiento que los niños
desarrollarán de manera natural. Si a eso sumamos que obligarles a seguir el ritmo de sueño de un
adulto puede afectar su desarrollo neurológico (entre otros perjuicios que
podemos analizar en otra ocasión), concluimos que no tiene sentido aplicar métodos para enseñar a dormir, máxime
cuando el método no es respetuoso y se basa en dejarles llorar.
- ¿Hay métodos respetuosos para enseñar a dormir a los bebés?
Sí. Las técnicas basadas en dejar llorar
(englobadas bajo el término inglés Crying
it Out) o en controlar el llanto
(Controlled Crying) están siendo fuertemente cuestionadas
y, ante la aparición de soluciones realmente respetuosas para esos desajustes
en el sueño familiar, se están quedando obsoletas.
Existe
alrededor de una decena de técnicas cognitivo-conductuales para enseñar a
dormir a un bebé. Tras su análisis se
observa una tendencia hacia técnicas que evitan dejar llorar al bebé,
así como a retrasar la edad a la que exigirle la capacidad de autoconsuelo y el
dormir en solitario. No obstante, el Controlled
Crying sigue gozando de la mayor popularidad y éxito. A día de hoy,
Estivill ha vendido tres millones de ejemplares y ha sido traducido a veinte
idiomas diferentes.
No todas
pueden tener la misma consideración, pues algunas son totalmente respetuosas y
no renuncian a la presencia del cuidador. Por eso, sobre éstas no es exacto
decir que enseñan a dormir, sino que ayudan al bebé a quedarse dormido.
Suelen englobarse bajo el término Fading
Methods. Si es lo que necesitas, te recomiendo acudir al libro de Álvaro
Bilbao, “Todos a la cama”.
- A diario cumplimos escrupulosamente con la rutina del baño,
pijama, cuento... Pero no se duerme nunca antes de las tantas. ¿Estoy
haciendo algo mal?
Es una duda
que personalmente me ha atormentado durante bastante tiempo. Por un lado,
pienso que algo estoy haciendo mal. Por otro, cuando a pesar de cumplir con los
horarios y las rutinas, no consigo adelantar la hora de dormir ni la
consolidación del sueño durante la noche, concluyo que no hay nada que
hacer. ¿Realmente está en nuestra
mano?
Según varios
estudios, la duración y la forma del sueño nocturno reflejan características del niño determinadas
biológicamente, es algo intrínseco a ellos. La influencia del ambiente es limitada. Si mi hija tiende a
dormirse tarde, nunca antes de las once de la noche, poco puedo hacer para
cambiarlo (así, por ejemplo, cuando hemos considerado adelantar esta hora, ella
lo ha considerado como una pequeña siesta de la tarde).
Esto no quita
que un cierto orden y ambiente relajado en las últimas horas del día ayuden a
calmar a cualquiera, sea bebé o no. Pero no hay que obsesionarse. A menudo nos
encontramos con imprevistos que hacen imposible cumplir escrupulosamente con el
orden y horario de los hábitos cotidianos. El estrés que a menudo esto nos
provoca es incompatible con la tranquilidad que hemos de trasmitir a nuestros
hijos en las últimas horas del día.
Álvaro
Bilbao, gran defensor de las rutinas y buenos hábitos, deja muy claro en “Todos
a la cama” que sus consejos no tienen por qué funcionar en todos los niños.
Además, sostiene, el cerebro puede aprender hábitos de una manera más efectiva
si se introduce un poco de flexibilidad de vez en cuando.
- ¿Por qué se despierta por la noche?
Los bebés tienen unos ciclos de sueño más
cortos que los adultos y, a diferencia de estos, no se suceden
ininterrumpidamente. Es probable que al final de uno de estos ciclos, justo
al comenzar de nuevo la fase de sueño ligero, el bebé detecte una necesidad y
se despierte. Para el adulto estos ciclos suelen sucederse ininterrumpidamente,
pero igualmente puede pasar que sea ese el momento en que nos levantemos a
orinar o beber agua.
- ¿Cuántas horas debe dormir mi bebé?
La respuesta
de Álvaro Bilbao es simple y clara: muchas (…) Todas las que el bebé
necesite. Parece que, atendiendo
a las estadísticas, lo único seguro es que los recién nacidos duermen unas
dieciocho horas y, conforme van creciendo, se reducen a las ocho que idealmente
debemos dormir los adultos.
En esa línea,
María Berrozpe dice que no tiene sentido
recomendar la duración óptima del sueño por la enorme variabilidad de los niños.
Lo mismo ocurre con la frecuencia de los despertares nocturnos (o consolidación
del sueño). Las recomendaciones tienen como consecuencia crear expectativas
inexactas a los padres, quienes sobreestiman el número de horas que debe dormir
su hijo, obligándole a permanecer en la cama más de lo necesario.
En mi
opinión, esto es como el peso del bebé. No hay un peso estándar, sino unos
percentiles que nos orientan sobre la aproximación o distancia a la
mayoría de los niños.
- Entonces, ¿cómo podemos orientarnos para saber que nuestros hijos
están durmiendo lo suficiente?
Según María
Berrozpe, lo más importante es observar a nuestro hijo, fijarse en cómo se
encuentra, si cansado o adormecido, en su comportamiento, si cuesta mucho
levantarlo, etc.
Por otra
parte, está siendo cuestionada la
afirmación cuánto más duermen, mejor.
Hablando de niños no sujetos a horarios escolares, obtienen puntuaciones más
altas en los tests de coeficiente intelectual los que duermen menos horas. Esto
es, según los expertos, porque tienen un cerebro más eficiente que el resto.
Estos niños necesitan menos horas de sueño.
- ¿Dormiría mejor separada de mi bebé?
Uno de los
mitos más tradicionales es el que sostiene que con el colecho se duerme peor. Aunque es cierto que el
sueño es más fragmentado para mamá y bebé, se ha demostrado que ambos sufren despertares más cortos que si
durmieran separados, de modo que su sueño total no se ve disminuido. Es
decir, durmiendo separados se producen menos despertares, pero suele conllevar
que tanto el cuidador como el pequeño se desvelen más. De hecho, las
culturas que colechan, como la japonesa, apenas reportan problemas de sueño
infantil en las consultas.
McKenna,
experto en sueño infantil y pionero en la investigación del tándem
lactancia-sueño, ha realizado diversos estudios que demuestran cómo el colecho tiene un efecto en la fisiología
del sueño de la madre y el bebé. Esto es, las fases del sueño y los
despertares de ambos se adaptan recíprocamente. A pesar de esto, asegura que la
eficacia del sueño no se ve afectada.
- ¿Dormiría mejor mi
bebé separado de mí?
Hay investigaciones que apuntan a que
el colecho reduce el estrés del bebé durante el sueño (mayor
estabilidad cardiorespiratoria, termorregulación, menos episodios de llanto,
disminución de cambios de postura...).
Otros autores aseguran que el colecho es
estresante para los bebés en base a que estos pasan mayor tiempo en fase
REM que los que no colechan. Pero es importante saber que el sueño REM juega un
importante papel en su desarrollo neurológico. Y es seguro que es
fundamental en el procesamiento de la memoria emocional y el desarrollo de las
capacidades cognitivas, entre otros aspectos. Por eso no es conveniente
acelerar la maduración del sueño profundo obligando al bebé a dormir en
solitario o haciéndolo llorar.
De los 0 a
los 2 años, el cerebro está en un momento de desarrollo crítico, en el que
influyen enormemente la nutrición y las experiencias afectivas. La historia del colecho y la
lactancia durante los 6 primeros meses, está relacionada con su respuesta al
estrés a los 12 meses de edad, según un trabajo publicado en los últimos años.
Por supuesto, existen además evidencias sobre el importante papel que tiene en
el establecimiento del tipo de apego que desarrollará el bebé.
A pesar de
las incertidumbres y de todo lo demostrado hasta ahora, todavía hay quien recomienda el sueño en solitario del bebé, en
aras de un mejor descanso de los padres y del niño, asegurando que éste descansa
y duerme más de esta manera.
- Sigo amamantando por las noches tras mi
incorporación al trabajo. Cuando sumo horas de sueño, nunca llego a usar
todos los dedos de una mano.
El destete nocturno lo debe valorar cada madre.
Personalmente, yo me reincorporé hace casi dos años y aún no he destetado, pues
creo que no es una garantía de dormir mejor (en mi caso, insisto), y las tomas
nocturnas siguen ofreciéndome más ayuda que sacrificio.
A pesar de mantener este ritmo, algunos días apenas acuso
la falta de sueño y esto me sorprende. Según parece, aunque los niños
con lactancia materna tienen más despertares nocturnos, esto no
quiere decir que madre e hijo duerman peor, ya que la lactancia materna aumenta
el porcentaje de sueño de ondas lentas, el más reparador.
Otros
estudios dicen que los despertares son
mayores en niños amamantados sólo hasta los 6 meses y que luego la lactancia
materna no influye. Además, la lactancia materna está relacionada con un
sueño más consolidado (menos despertares) a los 18 meses.